domingo, 22 de marzo de 2009

El primer beso

¿Quién no se acuerda de algo así? Ahí os dejo un pequeño relato/cuentito, que me ha entrado la inspiración ;)
- Así que no estás nervioso.
- No, para nada. - respondió mientras trataba de evitar pensar siquiera de refilón en eso. Deseó no haberlo oído. Se dedicada a mirar a los ojos a los que pasaban por su lado. Sentía que todo el mundo sabía dónde iba, a qué se enfrentaba por primera vez. Le estremecía.
- Pues yo lo estaba. - replicó el otro.

La calle Preciados estaba llena de gente para ser un sábado de octubre. Pero claro, él no lo sabía. Venir un fin de semana relámpago a la capital y quedar con alguien, así a la ligera. No era propio de él. Bueno, mejor dicho, hasta hacía unos meses nada de eso era propio de él, ni se le hubiese pasado por la cabeza.

- Anda que quedar en el oso y el madroño. Ahí es donde queda todo el mundo que viene de fuera.

Ya estaban llegando los dos a Sol. Se preguntaba por qué le decían Sol a secas, en vez de la Puerta del Sol... - pero eso no importa ahora ¿no? - Como era de esperar, en la estatua había demasiada gente esperando. Quizás sabían de lo suyo, y querían ver que pasaba.

Había cedido un poco al nerviosismo. Sin embargo, tener a su lado a su mejor amigo le tranquilizaba. Era toda una suerte contar con él. Había accedido a acompañarle quizás porque pensaba que él no se sabría desenvolver solo. Pero en fin, tu primera "cita" es una cosa con la uno debe lidiar solo ante el peligro, aunque él no se creyese capaz.

Pasaron unos cinco minutos, cuando de repente vio a su amigo, sonriente, esquivando a la multitud, dirigiéndose hacia él. Entonces comprendió que la hora de la verdad había llegado. Cuando fue a decirle al otro que ya había llegado se dio cuenta de que no estaba. Miró hacia atrás y lo vio huyendo entre la multitud, de manera cómica. En la cara se le dibujó una sonrisa. Se dio la vuelta y allí estaba quien esperaba, frente a frente, y entonces decidió no relajar sus labios.

(...)

Al fin se sentaron. Habían estado deambulando por unas calles viejas, que acertó a descubrir que eran parte de Chueca, eligiendo un sitio donde tomar algo. Al final eligieron un café que resultó ser muy acogedor, pero estaba vacío. Se sentaron en una esquina, el uno al lado del otro. El camarero estaba en la barra, en frente de ellos, en sus asuntos. Él lo miraba de vez en cuando, con recelo. Probablemente le hacía ilusión que los espiase un poco.

Hablaban de cosas insustanciales. Parecía que habían gastado las palabras en el chat. Él no estaba especialmente nervioso, pero tenía preparado un plan de huida, una escusa para dejarlo allí si llegado el caso lo necesitase. Era la primera vez que quedaba con alguien para conocerlo mejor y sentía que debía estar alerta. Cuestión de supervivencia.

Sin mediar palabra, mientras él balbuceaba sobre las cosas que le parecían adecuadas, el enemigo se le abalanzó y le dio un tierno beso en la comisura de sus labios. Era una pequeña gacela Thompson frente a un león de la sabana, pero ésta sabía cuál era su final, por muy dolorosos que resultasen los dientes arrancando su carne.

- ¿Te ha gustado?
- Sí - respondió en seguida la pobre gacela.

Entonces el león fue más allá y esta vez no falló en el objetivo, si es que alguna vez había fallado.

Él no sintió ilusión por aquello que había estado esperando durante tanto tiempo. Quizás se había acostumbrado a no sentirse especial, quizás el cascarón que le cubría era duro de romper. Se sentiría luego culpable por ello, pero se daría cuenta de que realmente el sentimiento lo vivió en su cabeza, donde lo disfrutó más sin duda.

Todos esos pensamientos se esfumaron cuando acordaron ir al servicio por separado, para encontrarse allí. Quizás una situación estúpida para un café vacío con el camarero vigilante, pero era su situación, una situación irrepetible. Fue él primero, y se escondió en uno de los retretes, a oscuras, tras la puerta. Su corazón iba a mil, pero estaba allí, en un servicio oscuro, en un bar en el corazón de la zona gay de la ciudad que estaba a cientos de kilómetros de su casa. No había marcha atrás para salir huyendo. Tampoco lo deseaba.

Cuando llegó su amigo, se fundieron una vez más, y pareció que la oscuridad los había arrebatado del mundo... hasta que llegó el camarero y les dijo que se saliesen inmediatamente. No pudo pasar más vergüenza en toda su vida... pero le mereció la pena.

(...)

Ya estaba llegando a la parada de metro. Observaba a la gente que le rodeaba. Intentaba disimular lo de aquella tarde, pero a sus ojos parecía que lo tenía escrito en la frente. Al fin y al cabo, qué les importaba. Se le pasó la idea de gritárselo a todo el mundo, le recorría el espinazo. Pero se contuvo.

Salió del metro, y andó unos pasos. Entonces se volvió y esperó a que él saliese del vagón, sonriente. Era todo un detalle que le hubiese acompañado hasta allí. No hablaron mucho hasta que llegaron al punto donde tenían que separarse.

Sintió la necesidad de cogerle de la mano, como había hecho un rato antes, mientras paseaban. Había sido realmente mágico. Sin embargo se abrazaron y dijeron adiós. Cuando miró hacia atrás, a lo lejos, lo vio con la mirada puesta en él, sonriendo, mientras se perdía en una esquina.

Cuando salió a la calle, empezó a chispear. No llevaba paragüas, pero tampoco le importó.

3 comentarios:

  1. Muy literario, pero me gusta. Buena experiencia desde luego. Mi primer beso lo recuerdo.... no mejor no os lo cuento. Muchos besos a todos los que no los reciben nunca!!!

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  2. Muy literario pero me ha gustado. Buena experiencia si señor. Recuerdo mi primer beso como algo... naaaa no os voy a contar mi primer beso. Muchos besos para todos los que no los reciben nunca!!!


    WR

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  3. bufff ami si k me gusta tu relato tio ...lo k as leido en mi blog es d una comparsa k tiene una amiga mia k la izo y m la kiso dedicar!!!!

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